
13 Feb Huerto Terapéutico: Conectando Historias de Vida
Cultivando bienestar, memoria y comunidad a través de la naturaleza
En las Residencias de La Torreta Eixample El Prat, Corbera y Piera entendemos la importancia de la conexión de nuestras personas residentes con la naturaleza. Muchas de ellas han crecido en entornos rurales, y el cultivo ha sido parte esencial de sus vidas. Por ello, creamos en 2020 un jardín de los sentidos y un huerto terapéutico, inspirados en la pionera en jardinería terapéutica Karin Palmlöf.
Su objetivo es proporcionar una actividad significativa, promover el bienestar y estimular la memoria y los sentidos a través del contacto con la tierra, los colores y aromas.
Cultivamos para el autoconsumo y la venta para causas solidarias. Con lo recogido como acelgas, pimientos, lechugas, tomates o berenjenas hacemos talleres de cocina y de aprovechamiento como las pencas de las acelgas estofadas con cebolla de la señora María, las pizzas de pimiento y berenjena, las acelgas, o las ensaladas con tomate. También colaboramos con causas solidarias como La Marató 3 Cat desde hace tres años haciendo paradas de Huerto Solidario donde nuestras personas residentes venden ellas mismas los productos y contribuyen a la causa con lo recaudado.
El huerto y el jardín terapéutico no solo embellecen nuestros centros, sino que también enriquecen la vida de quienes forman parte de ellos.
Voces del Huerto: Recuerdos, Aprendizaje y Comunidad
En el huerto terapéutico, la tierra no solo da frutos, sino que también despierta memorias y fortalece vínculos. Para Santiago, es revivir su historia. «Me da alegría porque lo he vivido de toda la vida», dice mientras recuerda los surcos y las técnicas de riego. «Yo siempre en el huerto cuando veía un tomate maduro lo cogía y a la boca y aquí me ha pasado lo mismo me he comido también más de uno de estos», dice entre risas.
Paco, con una vida dedicada al campo, encuentra satisfacción en el cultivo de cebollas, apio y lechugas, convencido de que «tienen mejor sabor que los comprados». Para Mere, en cambio, el huerto ha sido un descubrimiento. Nunca había trabajado la tierra, pero en ella encontró una forma de distraerse y adaptarse a su nueva vida en la residencia, guiado por su compañero de habitación. «Me ayudó a no pensar en otras cosas, me abrió el camino», afirma.
La conexión con la naturaleza también aviva recuerdos en María, quien compartió el amor por el campo con su marido. «Es una ilusión ver cómo crece lo plantado», comenta mientras sugiere incorporar berenjena blanca en la próxima temporada, convencida de su exquisito sabor. Por su parte, Teresa, de familia payesa, observa con satisfacción el crecimiento de los guisantes. «Siempre estuve acostumbrada al campo», dice con orgullo.
Para Juan el huerto es un motivo de alegría y lo vive con música, entonando canciones mientras cuida las plantas, tal como lo hacía en su infancia en Calasparra. Pedro y Laura se dedican con esmero al mantenimiento del espacio, revisando los tomatitos cherry, eliminando malas hierbas y asegurándose de que nada se seque. «Es gratificante ver cómo crece todo y cómo los vegetales responden al cuidado», explican. Paquita, que ha tenido huerto toda la vida, disfruta dándonos buenos consejos. «Estoy en mi salsa», asegura.
Para muchos, el huerto es reminiscencia y aprendizaje. Manuel, criado en la Alpujarra Granadina, recuerda cómo a los 13 años ya trabajaba en el campo recogiendo almendras y varando olivos donde consiguió su primer sueldo, «4 duros al día de las antiguas pesetas». Ahora, el huerto le permite compartir su conocimiento con otros residentes.
Más que un simple espacio de cultivo, el huerto terapéutico es un punto de encuentro donde la tierra une generaciones y recuerdos, convirtiéndose en un refugio de identidad, aprendizaje y bienestar. Un espacio donde no solo cultivamos la tierra, sino también vínculos, aprendiendo nosotros de ellos mientras compartimos historias de vida.